se retira, Carlota Méliz


Hoy el rugby te despide como jugadora, pero yo sé —y tú también— que nunca dejarás de pertenecerle. 

Porque lo llevas en la piel, en cada cicatriz, en cada paso firme que das, incluso cuando el suelo tiembla.

Te conocí entre placajes y gritos de equipo. Tú ya eras una estrella —internacional, segura, imparable— y yo apenas aprendía a moverme por ese mundo. Fue en Sanse Scrum donde nuestras vidas se cruzaron, pero fue realmente en el silencio de una rehabilitación donde empezamos a encontrarnos de verdad. Yo con mi cruzado recién roto, tú con el corazón lleno de experiencias que solo da el dolor y la gloria. Fuiste mi compañera de piso, mi readaptadora y fisio improvisada, mi apoyo, y sin saberlo, mi futuro.

He visto tu cuerpo pelear contra todo... Cuatro operaciones de rodilla que no te frenaron, sino que te hicieron más fuerte. Más tú. Porque mientras otras se rendían, tú aprendías a levantarte. Y no solo volviste una y otra vez, sino que lo hiciste mejor, con más alma. Por eso, para mí, eres la mujer más fuerte del mundo. No por lo que ganaste en el campo, sino por lo que nunca dejaste que te arrebatara.

Gracias por enseñarme lo que significa amar este deporte. Gracias por mostrarme cómo se lucha sin cuartel. Por rehabilitarme la rodilla y, sin darte cuenta, también el alma. Por haber compartido contigo el dolor, la risa, el barro y la vida.

Estoy inmensamente orgullosa de ti. Te admiro con cada célula. Y sé que lo mejor está por venir. Porque aunque hoy cuelgues las botas, el rugby sigue contigo. Y tú sigues siendo imprescindible para él.

Comentarios